Primer viaje de Pizarro
Lugares explorados en el Primer Viaje de Francisco Pizarro. Dibujo tomado de "La Conquista del Perú" de Antonio del Busto.
En 1524, con mucha ilusión por conquistar las ricas tierras del Perú, Francisco Pizarro, Diego de Almagro y Hernando de Luque fundar en Panamá la Compañía del Levante. El fraile Luque representaba los intereses de Gaspar de Espinoza, principal financiador de la empresa. El gobernador Pedrarias también se incorporó aportando una apreciable cantidad de dinero.
A comienzos de setiembre del mismo año ya estaban listos dos barcos, el "Santiago" y el "San Cristóbal". El día 13 zarpó el "Santiago", al mando de Francisco Pizarro, con 112 españoles y algunos indios nicaraguas de servicio.
De Panamá se dirigieron a las islas Perlas, luego desembarcaron en Puerto Piñas, avanzaron por la costa colombiana hasta que llegaron a un punto que llamaron Puerto de Hambre, por que se acabaron las provisiones, y el barco "San Crisóbal" no aparecía para socorrerlos. Entonces Pizarro envío a Gil de Montenegro con el "Santiago" para recoger alimentos en las islas Perlas. Durante 47 días esperó el capitán en Puerto de Hambre. Cuando llegó Montenegro ya habían muerto más de 30 expedicionarios por la falta de comida.
A comienzos de 1525 se reanudó el viaje y llegaron al Fortín del Cacique de las Piedras, donde los españoles fueron recibidos con una lluvia de piedras y lanzas, que dejaron varios heridos, entre ellos el mismo Francisco Pizarro. Dejando 5 desaparecidos, los sobrevivientes se reembarcaron y emprendieron el retorno hasta Chochama, al sudeste de Panamá.
Mientras tanto, Almagro ya estaba en camino con 50 hombres a bordo del "San Cristóbal", y para su mala fortuna desembarcó en el Fortín de Cacique de las Piedras. Los indígenas los atacaron con fiereza. En el combate una flecha le cayó en un ojo a Diego de Almagro, quien por poco es capturado por los nativos. Un negro esclavo logró rescatarlo, pero el manchego quedó tuerto para siempre. Almagro mandó incendiar el fortín rebelde, que desde entonces es recordado como Pueblo Quemado.
Almagro buscó a Pizarro hasta el río San Juan, en los manglares colombianos. Al no encontrarlo regresó hasta las islas Perlas. Aquí se enteró que su compañero estaba en Chochama. Al reencontrarse se abrazaron y prometieron intentarlo de nuevo, pase lo que pase.
Segundo viaje de Pizarro
Episodio de la Isla del Gallo, en el Segundo Viaje de Pizarro.
En octubre de 1526, Pizarro y Almagro, con los dos barcos, partieron de Chochama hacia el Sur y llegaron al rio de San Juan. Mientras Almagro volvía por refuerzos a Panamá, el piloto Bartolomé Ruiz, exploró la costa sudamericana occidental hasta Coaque, en cuyo viaje capturó una balsa de indios tumbesinos con los cuales confirmó la existencia del Tawantinsuyo. Luego Pizarro avanzó con su expedición hacia la bahía de San Mateo y al río Santiago, a fines de julio de 1527, y luego llevó a sus hombres que se hallaban descontentos a la isla del Gallo, mientras enviaba los dos barcos a Panamá, con Almagro y el veedor Juan Carballo.
En una de las naves, los soldados descontentos, enviaron a la esposa del gobernador de Panamá un ovillo grande de algodón en cuyo seno iba una denuncia escrita, que terminaba con un texto que decía:
Enterado del documento el gobernador de Panamá, Pedro de los Ríos, envió dos barcos a recoger a la fuerza a los expedicionarios, los mismos que llegaron a la Isla del Gallo a fines de setiembre de 1527. Al mando de ellos venía el capitán Juan Tafur, a recoger a todos los hombres. Entonces Pizarro, viendo a punto de fracasar su empresa, asumió un gesto heroico, desenvainó su espada, trazó una raya en la arena de la playa y les dijo a sus hombres: "Por este lado se va a Panamá a ser pobres, por éste al Perú a ser ricos, escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere". Sólo trece hombres atravesaron la raya siguiendo a Pizarro, los célebres "Trece del Gallo". Los demás soldados se embarcaron con Tafur rumbo a Panamá, y éste trasladó a Pizarro y a su pequeñísima hueste a la Isla Gorgona.
Luego de estar en ella, solos, seis meses, en marzo de 1528, volvió el piloto Ruiz a la isla para recoger a Pizarro. Pizarro convenció a Ruiz para explorar el Sur y llegaron a la isla Santa Clara y a continuación a Tumbes, donde los españoles por primera vez encontraron una ciudad importante y civilizada con fortalezas, templos y murallas. Varios españoles descendieron a tierra y comprobaron la importancia de la ciudad y su elevada cultura y por lo que es más, confirmaron visualmente la existencia del Imperio del Tawantinsuyo.
Al volver a Panamá con la noticia del descubrimiento del Tawantinsuyo, Pizarro tropezó con las dificultades que le puso y la casi oposición del gobernador, Pedro de lo Ríos, que quería impedir una nueva expedición, por lo que los tres socios decidieron negociar la conquista del Perú con el propio rey. Pizarro fue designado por sus socios como Procurador, es decir apoderado en el lenguaje de la época, y viajó a España con ese carácter, en octubre de 1528, acompañado del griego Pedro de Candia, llevando oro, plata, piedras preciosas, llamas y tejidos del Perú. En Sevilla, Pizarro fue apresado por antiguas deudas con el bachiller Enciso, todavía de la época de su estancia en el Darién. Logró salir libre gracias a la influencia de su pariente, Hernán Cortés, conquistador de México y éste lo ayudó para que fuera recibido en la corte. Allí se entrevistó en Toledo, con el propio rey, Carlos V, a quien expuso sus planes y pretensiones y negoció con el Consejo de Indias.
El resultado fue la firma de la Capitulación de Toledo, realizada el 26 de julio de 1529, que le autorizaba para la conquista del Perú. Por la corona firmó la reina Juana la Loca, madre de Carlos V.
Por esta Capitulación, Pizarro obtuvo la autorización para conquistar el Perú, fundar ciudades, dentro de los límites de su gobernación que abarcaría una longitud de 200 leguas a lo largo de la costa sudamericana del Pacífico, a partir del río de Temumpalla (Santiago) en el norte del Ecuador hasta Chincha, en la costa central del Perú. Se le dio el título de Adelantado, alguacil mayor, gobernador y capitán general del territorio adjudicado y un sueldo de 725.000 maravedíes por año.
Por la misma capitulación Diego de Almagro ganó la jerarquía de hidalgo, fue nombrado gobernador de la fortaleza de tumbes y se le concedió una renta de 300.000 maravedíes al año.
Hernando de Luque, en virtud del Real Patronato, fue propuesto al Papa como Obispo de Tumbes y protector de los indios. A Bartolomé Ruiz se le nombró Piloto Mayor del Mar del Sur y a los trece valientes españoles de la Isla del Gallo se les dio el status de hidalgos y se les designó Caballeros de la Escuela Dorada.
La Corona por su parte tendría derecho al quinto real, el 20% de las riquezas que obtuvieran los españoles, con el despojo de los indios.
Esta Capitulación, como vemos, privilegió a Pizarro y postergó a Almagro y a Luque y fue el origen de las futuras desavenencias entre los tres socios.
En una de las naves, los soldados descontentos, enviaron a la esposa del gobernador de Panamá un ovillo grande de algodón en cuyo seno iba una denuncia escrita, que terminaba con un texto que decía:
" A Señor Gobernador
miradlo bien por entero
allá va el recogedor
y aquí queda el carnicero"
Enterado del documento el gobernador de Panamá, Pedro de los Ríos, envió dos barcos a recoger a la fuerza a los expedicionarios, los mismos que llegaron a la Isla del Gallo a fines de setiembre de 1527. Al mando de ellos venía el capitán Juan Tafur, a recoger a todos los hombres. Entonces Pizarro, viendo a punto de fracasar su empresa, asumió un gesto heroico, desenvainó su espada, trazó una raya en la arena de la playa y les dijo a sus hombres: "Por este lado se va a Panamá a ser pobres, por éste al Perú a ser ricos, escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere". Sólo trece hombres atravesaron la raya siguiendo a Pizarro, los célebres "Trece del Gallo". Los demás soldados se embarcaron con Tafur rumbo a Panamá, y éste trasladó a Pizarro y a su pequeñísima hueste a la Isla Gorgona.
Luego de estar en ella, solos, seis meses, en marzo de 1528, volvió el piloto Ruiz a la isla para recoger a Pizarro. Pizarro convenció a Ruiz para explorar el Sur y llegaron a la isla Santa Clara y a continuación a Tumbes, donde los españoles por primera vez encontraron una ciudad importante y civilizada con fortalezas, templos y murallas. Varios españoles descendieron a tierra y comprobaron la importancia de la ciudad y su elevada cultura y por lo que es más, confirmaron visualmente la existencia del Imperio del Tawantinsuyo.
Pizarro llamó a Tumbes, Nueva Valencia y luego navegó hacia el Sur por las costas del reino vasallo de Chimor, hasta llegar a la desembocadura del río Santa. El Tawantinsuyo había dejado de ser un sueño y un mito, había sido descubierto y Pizarro volvió en triunfo a Panamá.
LA CAPITULACIÓN DE TOLEDO
La Capitulación de Toledo de 1529
Al volver a Panamá con la noticia del descubrimiento del Tawantinsuyo, Pizarro tropezó con las dificultades que le puso y la casi oposición del gobernador, Pedro de lo Ríos, que quería impedir una nueva expedición, por lo que los tres socios decidieron negociar la conquista del Perú con el propio rey. Pizarro fue designado por sus socios como Procurador, es decir apoderado en el lenguaje de la época, y viajó a España con ese carácter, en octubre de 1528, acompañado del griego Pedro de Candia, llevando oro, plata, piedras preciosas, llamas y tejidos del Perú. En Sevilla, Pizarro fue apresado por antiguas deudas con el bachiller Enciso, todavía de la época de su estancia en el Darién. Logró salir libre gracias a la influencia de su pariente, Hernán Cortés, conquistador de México y éste lo ayudó para que fuera recibido en la corte. Allí se entrevistó en Toledo, con el propio rey, Carlos V, a quien expuso sus planes y pretensiones y negoció con el Consejo de Indias.
El resultado fue la firma de la Capitulación de Toledo, realizada el 26 de julio de 1529, que le autorizaba para la conquista del Perú. Por la corona firmó la reina Juana la Loca, madre de Carlos V.
Por esta Capitulación, Pizarro obtuvo la autorización para conquistar el Perú, fundar ciudades, dentro de los límites de su gobernación que abarcaría una longitud de 200 leguas a lo largo de la costa sudamericana del Pacífico, a partir del río de Temumpalla (Santiago) en el norte del Ecuador hasta Chincha, en la costa central del Perú. Se le dio el título de Adelantado, alguacil mayor, gobernador y capitán general del territorio adjudicado y un sueldo de 725.000 maravedíes por año.
Por la misma capitulación Diego de Almagro ganó la jerarquía de hidalgo, fue nombrado gobernador de la fortaleza de tumbes y se le concedió una renta de 300.000 maravedíes al año.
Hernando de Luque, en virtud del Real Patronato, fue propuesto al Papa como Obispo de Tumbes y protector de los indios. A Bartolomé Ruiz se le nombró Piloto Mayor del Mar del Sur y a los trece valientes españoles de la Isla del Gallo se les dio el status de hidalgos y se les designó Caballeros de la Escuela Dorada.
La Corona por su parte tendría derecho al quinto real, el 20% de las riquezas que obtuvieran los españoles, con el despojo de los indios.
Esta Capitulación, como vemos, privilegió a Pizarro y postergó a Almagro y a Luque y fue el origen de las futuras desavenencias entre los tres socios.
A principios de 1531 partieron de Panamá unos 200 hombres, entre los que se
encontraba gente de toda edad y condición económica. También viajaban con ellos tres frailes. Después de una larga marcha, desde la bahía de San Mateo hasta Tumbes, los expedicionarios llegaron finalmente al Tahuantinsuyo en 1532.
Ya en Tumbes, los españoles se enteraron de que la guerra entre Huáscar y Atahualpa acababa de terminar con el triunfo del segundo, que había sido nombrado nuevo inca. Además, entraron en contacto con unos emisarios de Atahualpa, que deseaban averiguar las intenciones de los recién llegados e informar al inca. Poco tiempo después, los expedicionarios se trasladaron a otra localidad a orillas del río Chira, donde fundaron la primera ciudad española en el Perú: San Miguel de Piura. El viaje continuó a través de las serranías hasta llegar a Cajamarca, donde Atahualpa solía descansar. Durante todo el trayecto, hombres del inca vigilaron sus pasos.
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